Una vieja amistad ahora quebrada

Agencias
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De gran valedor de Sánchez para llegar a Moncloa a cortafuegos de la corrupción. Ábalos cae en desgracia y deja de ser el fiel escudero de un presidente que quiere evitar toda sombra de duda sobre él

El líder del Gobierno y el exministro, cuando la sintonía entre ambos era total. / kiko huesca (efe) - Foto: Kiko Huesca (EFE)

De la amistad al odio hay un paso. El presidente del Gobierno y el que fuese número dos del partido, José Luis Ábalos, encarnan ahora en la política española la verdad objetiva que esconde este viejo dicho. 

Amigos íntimos desde 2009, cuando Pedro Sánchez y el exministro de Transportes llegaron al Congreso procedentes de los ayuntamientos de Madrid y Valencia para cubrir dos bajas en la bancada del PSOE, su buena sintonía les llevó a congeniar de inmediato. 

 En 2014, cuando el actual líder socialista da el salto y se presenta a las primarias del partido contra Madina, José Luis Ábalos ya aparece como fiel escudero dándole todo su apoyo. Cuentan quienes los conocen que, cuando la caravana electoral de ese proceso interno lo lleva a un acto a Valencia, Pedro Sánchez duerme en casa del propio Ábalos. En 2016, la vieja guardia del partido intenta orillar al actual inquilino de la Moncloa, el exministro no esconde su apoyo y refuerza su imagen de pilar básico del presidente cuando éste lleva a cabo su regreso triunfal en 2017 que lo lleva a coger el timón del partido tras derrotar en otras primarias a la entonces gran favorita, Susana Díaz. 

Sánchez de quien se dice (o al menos se decía) que nunca olvida a sus grandes aliados premia esa lealtad nombrándole secretario de Organización del partido, lo cual equivale a ser su número dos o su hombre de confianza. Todos los entresijos del partido quedan en manos del valenciano. 

En 2018, una vez que Pedro Sánchez es elegido presidente del Gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy -defendida por Ábalos- compaginó este cargo, con el de ministro de Fomento, departamento luego llamado de Transportes.

Durante buena parte de la legislatura Ábalos fue uno de los hombres fuertes del Gobierno -ocupaba una cartera con peso y pertenecía al núcleo de máxima confianza del presidente- y del partido, donde controlaba la organización territorial socialista desde la secretaría de Organización.

Pero los días de vino y rosas han terminado ahora abruptamente, aunque ya hubo un anticipo en el verano de 2021, cuando el presidente excluyó al valenciano de su cargo como ministro de Transportes y Movilidad Urbana, del Gobierno y de la secretaría de Organización. Se cuenta que los dos mantuvieron una breve charla donde el defenestrado le preguntó al presidente: «¿Hay un motivo para cesarme?». 

«No te lo quiero decir», fue la lacónica respuesta del presidente.

El viejo camarada quedó relegado a simple diputado y presidente de la Comisión de Interior en la Cámara, aunque fue un asunto sobre el que se posó un manto de silencio.

En esta ocasión ha sido diferente. El estallido ha retumbado en todo el edificio socialista. ¿Incluso un torpedo en plena línea de flotación? La culpa la tiene un descubrimiento que lleva nombre de hombretón navarro cortador de troncos, el ya famoso caso Koldo, en honor a Koldo García, el que fuese asesor y mano derecha de Ábalos y ahora presuntamente implicado en una trama de mordidas millonarias por la compra de mascarillas en la fase más dura de la pandemia. 

En un gesto de extrema rebeldía con su jefe, Ábalos anunció ayer su paso al grupo mixto del Congreso tras negarse a entregar su acta de parlamentario tal como le había exigido el PSOE. Tomó esta decisión después de que Ferraz le diese un últimátum de 24 horas al considerar que tiene responsabilidades políticas en el llamado caso Koldo.

Sorpresivamente, Ábalos decide echarse al monte y mantener su acta, después de haber ostentado responsabilidades de primer nivel en el PSOEdurante años. Se trata de un caso sin precedentes, un dirigente pata negra y del núcleo duro del presidente del Gobierno que termina como parlamentario en el mixto.

El hombre que representaba la «ortodoxia» del partido del que Feraz no dudaría en que actuaría «en consecuencia», ha decidido resistir a la presión interna y conservar su asiento como parlamentario.

Sánchez tiene ahora otro incendio activo y tal vez debería recordar la frase de Shakespeare: «Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo».