Cerezo y Eleno se consagran como diáconos de la Diócesis

C. Centeno
-

El obispo ordena diáconos permanentes a un viudo y a un casado que, tras una exhaustiva formación teológica, han decidido dedicarse en plenitud a su vocación de servir a la comunidad

Cerezo y Eleno se consagran como diáconos de la Diócesis - Foto: Óscar Navarro

Carlos Cerezo Calvo (Madrid, 1961) se quedó viudo hace tres años, es padre de dos hijos casados y está a punto de jubilarse en Renfe. Ayer fue consagrado diácono permanente de la Diócesis de Palencia, tras una larga preparación de seis años, contento de dar un paso más en su colaboración, dispuesto a mantener el celibato y a cumplir las tareas que el obispo le asigne, dentro de lo que son sus funciones, y emocionado. «Es una vocación y una dedicación altruista, además de una forma de colaborar con la Iglesia en la España Vaciada, ayudando a los sacerdotes donde sea necesario», explica. Subraya, eso sí, que en ningún caso es una decisión caprichosa o precipitada, puesto que exige convencimiento y verdaderos deseos de formarse y servir.

De hecho, él empezó a estudiar hace treinta y tres años en Plasencia, donde estaba destinado por trabajo, y siguió ese camino cuando se casó y se fue a Madrid, en ese caso en el Instituto de Teología a distancia. Tanto él como su esposa colaboraban en la parroquia de San Leopoldo y en 2010 retomó en San Dámaso los estudios para completar las asignaturas que le faltaban. En 2017, viviendo ya en Grijota, se incorporó a la formación para el diaconado permanente y empezó a colaborar en las parroquias de Cisneros y de Bustillo de la Vega. Ayer dio ese paso definitivo y lo hizo feliz. «Mis hijos me han dicho que se sienten orgullosos de mí».

La familia, lo primero. Juan Antonio Eleno (Palencia, 1987) se casó en 2012 y es padre de dos pequeños de 5 años, de uno de 3 y de otro de año y medio. Estudió Magisterio por la rama de Educación Física, Inglés y Teología y ha dado clases en distintos colegios, antes de recalar hace nueve años en el de Santa Rita, donde lleva la tutoría de 5º, además de impartir Educación Física a todos los cursos.

«He hecho esto en respuesta a una llamada, a la vocación que tengo desde muy joven de ayudar y servir a la comunidad», manifiesta, al tiempo que reconoce que le ha supuesto esfuerzo -«estudiaba de madrugada, una vez cumplidas las obligaciones laborales y familiares»- porque exige una buena formación teológica, pero ha merecido la pena. Empezó colaborando en la parroquia de San Lázaro y ahora lo hace en la de San Marco y en Paredes, teniendo muy claro que «la familia es siempre lo primero». «Lo comprenden, están de acuerdo y me ayudan», apostilla.

Bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, celebrar la liturgia de la Palabra, predicar y catequizar son sus funciones. La preferida de Juan Antonio Eleno es «dar testimonio».