Danzan las llamas hoy en mi chimenea, jugando en la atardecida que celebra el día de la Inmaculada, mientras cae la noche pronto, presintiendo la Navidad, periodo entrañable en que muchos buscamos paz y grato encuentro familiar. Estoy rodeado de bosques otoñales, setas, ambiente de recogimiento y paseos meditabundos entre las húmedas tierras regadas por la cercanía invernal. La Madre del Mesías marca este día como referencia todavía más allá de nuestras huellas, sucias, torpes tantas veces... La bondad, la paciencia, el cuidado, la mirada amorosa que brota del interior... Mientras en Tierra Santa siguen los odios atizando la contienda.
Las noticias del Diario me hablan de zonas en la provincia donde se ha de cuidar la población del águila imperial, esa rareza que vuela dignísima sobre las gallinas y otras fieras. Símbolo de grandes imperios, hoy a veces denostados, aunque el español fue en muchos sentidos ejemplar, descontando sus yerros y abusos. También símbolo de todos nosotros, quienes debiéramos volar por encima de minucias y contingencias, no como la sierpe que apenas puede mirar al cielo. Volar como un águila significa también querer crecer o superarse, alzándose por encima de lo bajo y miserable, dominando los paisajes con vuelo plácido y a la vez fuerte, impresionante, contemplando el horizonte de nuestra existencia para tomar el rumbo que más nos conviene, en vez de dejarnos llevar o ir arrastrándonos entre barrizales y estercoleros, como tantos hacen.
Las águilas durante algunas cercanas décadas fueron denostadas como competidoras en la caza de la perdiz, el conejo o la libre y otras especies. Se las envenenaba y algunas, como el águila imperial, estuvieron en grave peligro de extinción. Se prohibió entonces su caza y su muerte voluntariamente buscada.
Ahora, algunas especies que casi se hallaban extintas, mantenidas en zonas protegidas, como sucede con gorilas de montaña o con tigres y ballenas, logran grandes beneficios económicos, muchos más de los que procuraba su captura, con el turismo que quiere admirarlos en libertad y de ellos disfrutar. Riqueza de la diversidad animal.