La traición al estado es profundamente desleal. Son desleales las mentiras al pueblo; la inducción a la guerra, fabricando un muro que provoque el choque, el enfrentamiento; el causar problemas injustificados en países del exterior; no apoyar las democracias sino a las dictaduras; no guardar la seguridad del estado, o de sus cuerpos, que nos defienden; actuaciones de descortesía, saludos con las manos en los bolsillos en actos institucionales, dan la imagen de negar al estado que se representa. Analizaré estos supuestos desde el artículo periodístico, prescindiendo de la extensión que otorga un estudio de fondo. Ha quedado demostrado que las mentiras no eran cambios de opinión, porque tenían un fin espurio, falso: el mantenimiento del poder que exige la gobernanza. El caso más flagrante es el de las maletas de la venezolana Delcy. Caso que no necesita pruebas, a los que se deben añadir, los no pactos con ETA. La inducción a la separación de españoles, en conflicto civil, se produjo cuando el presidente de gobierno quiso construir un muro. Debe llegar por la mitad. Los enfrentamientos con el exterior han sido meridianos. El pasado con Argelia, situándonos del lado marroquí, el creado por Puente y Argentina. El Israel-Palestina, son conflictos abiertos con luz, sin necesidad, para contento de los minoritarios de Sumar. Apoyo a las dictaduras. Aún el estado no ha dicho que a Maduro deba echársele por haber perdido las elecciones, aunque se hagan florituras con una persona, llevándola de acá a allá. La seguridad del estado, de sus cloacas, como dice Podemos, no puede ponerse en manos de partidos que pretenden la inconstitucionalidad y dan pasos para la destrucción del sistema estado. Nadie, salvo ese partido, ha demandado luz sobre secretos de estado. El perdón o la amnistía disfrazada como necesaria para la resistencia de un estado, debe analizarse en los juzgados, que la han declarado ilegal. La falta de equidad para el reparto de impuestos debe estudiarse judicialmente, sin tener en cuenta los números, sino la legalidad y filosofía de la implantación. Por todo y más puntos, un ministro e intelectual de izquierdas como César Antonio Molina hablaba de «Traición al estado». Tenía toda la razón.