El matrimonio político Pedro Sánchez-José Luis Ábalos hacía aguas desde hace tiempo, pero ayer se rompió definitivamente y ahora habrá que esperar a saber cómo se reparten los muebles y los votos, porque eran gananciales. En apenas unas horas, el exministro de Transportes y exmano derecha del presidente pasó de estar solo en entredicho por el caso de los contratos irregulares para la compra de mascarillas del que fuera su asesor durante la pandemia, Koldo García, a proclamar con luz y taquígrafos que no renuncia a su acta de diputado porque sería como admitir una culpabilidad que niega con rotundidad. En su comparecencia ante los periodistas añadió que el partido al que lleva ligado toda la vida le ha decepcionado y anunció que defenderá su honor en el Congreso y fuera de él. «Estoy solo frente a todos», sentenció, visiblemente molesto por las presiones de Ferraz y del Gobierno para que renunciara al escaño y por sentirse en el ojo del huracán sin que primara la presunción de inocencia.
El PSOE le suspendió cautelarmente de militancia, tras negarse a dejar el acta y decidir pasarse al Grupo Mixto, y reiteró que va a ser «implacable» con la corrupción venga de donde venga y caiga quien caiga. Venían revueltas las aguas para el partido que gobierna en coalición y en un precario equilibrio de fuerzas y esto no contribuye en modo alguno a calmarlas. Será la investigación en profundidad de esos contratos y la resolución judicial las que dejen meridianamente claras las cosas y las que señalen a los culpables, pero también a los responsables, que en temas tan sensibles como los relacionados con la gestión de una crisis sanitaria como nunca antes se había conocido en España, la carga moral es importante. Ábalos no está imputado por delito alguno y es pronto para saber si al término de las actuaciones judiciales se conocerá si tuvo alguna conexión directa, si sabía o sospechaba lo que estaba ocurriendo y quedó tocado en cierta manera.
Si sale limpio del proceso, habrá hecho bien en defender su honorabilidad, aunque quede en el aire la pregunta de cómo es posible que un ministro ignore negocios de ese calado o, en caso de sospechar de su existencia, los consienta y no los corte de raíz. Entretanto, la situación no será cómoda ni para Ábalos ni para el Partido Socialista y menos con la comisión de investigación que este propone para la totalidad de los contratos públicos en la pandemia que, por cierto, el PP no apoyará porque, a su juicio, supone sembrar dudas sobre otros para quitarse de encima las responsabilidades propias. Por si fuera poco, la lealtad se ha tornado en desafío y la decepción en abandono y eso no van a olvidarlo sus excompañeros socialistas. Ni él tampoco.