La Fundación Díaz-Caneja presentó ayer las exposiciones que pueden visitarse en esta dotación cultural de la  calle Lope de  Vega hasta enero de 2024: Cartografías silenciadas y De trabajos forzados, 2006- 2019, de Ana Teresa Ortega (sala 1); Arcillas y cuerpos, 1970-1973, de Charles Simonds (sala 2);| You have been tracking us, 2009, dos minutos, de Teresa Solar Abboud (Espacio vídeo); Imitación a la vida, 2017-2020, 20 minutos y 16 segundos, de Juan Carlos Bracho (Auditorio); Kanarische inselm, 1970, de Gerhard Richter (Naturaleza invitada) y La ciudad del agua, 1994, 15 minutos y  22 segundos,  de José Iges & Concha Jerez (Paisajes sonoros). Además,  en el vestíbulo de puede ver una intervención de la floristería Fotosíntesis.

«Se trata de hacer una contribución pequeña y un homenaje y dar visibilidad a una parte de la historia que está absolutamente silenciada y de la que tenemos mucho  que aprender», explicó ayer Ana Teresa Ortega. Cartografías silenciadas consiste en una documentación de los espacios utilizados por el franquismo para ejercer la represión durante la Guerra Civil y la posguerra hasta el año 1970. Escuelas, seminarios, conventos, iglesias y plazas de toros se habilitaron como campos de concentración, colonias penitenciarias militarizadas o emplazamientos de fusilamientos masivos. Nada en estos lugares hace pensar ahora en aquella maquinaria represiva ejercida con violencia física y psicológica. De trabajos forzados en la segunda serie que se presenta en esta exposición. Pantanos y represas, la ampliación de la red ferroviaria y de carreteras, viviendas de protección oficial, incluso algunas cárceles como la de Carabanchel y otras obras públicas fueron construidas durante el franquismo por presos políticos que la dictadura había convertido en mano de obra forzada. Al finalizar la Guerra Civil, el Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo se convirtió en pieza central de un sistema carcelario que hacinaba más de 250.000 personas. 

Juan Carlos Bracho  llega a la Díaz-Caneja con Imitación a la vida, que forma parte de la Trilogía  de espejo. En este video, rodado en los Jardines del Príncipe en Aranjuez (2017), reflexiona sobre el tema del paisaje, pero proyectando su mirada sobre el jardín como expresión de un entorno natural domesticado, codificado e intelectualizado. En esta videoperformance el artista ejecuta una acción registrada a tiempo real y editada en un solo plano fijo. El resultado final de este superplano secuencia es una narración sin clímax, en la que el peso del relato y la acción se diluyen otorgando a la imagen una dimensión plástica y visual. «Coloqué un espejo de cinco metros, esa imagen reflejada está recogida por una cámara y detrás aparezco  yo -pero podría se cualquier persona-  y lo que hago es borrar ese espejo, transformándolo en una ventana», explicó, para añadir que le hace mucha ilusión que se presente en  un auditorio  «porque invita al espectador a que se siente y mirar atentamente, ausente de lo que hay alrededor, y concentrarse el la imagen, que una narración que carece de clímax».