Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


La legitimidad

09/10/2023

En estos tiempos de política polarizada, con una fuerte y cerrada contraposición de bloques, es muy frecuente acudir al argumento de la legitimidad, en las más diversas circunstancias, sea para afirmar la propia, sea para negar la del adversario. Muy a menudo oímos tachar de ilegítimo a un gobierno, a una coalición, a un grupo, a un dirigente, con variados argumentos. Unas veces los argumentos hacen referencia a la ideología, otras veces a las actitudes, a las propuestas, a los antecedentes, a las contradicciones, etc., etc. De manera que la legitimidad o, más bien, la ilegitimidad, se ha convertido en un juicio de valor utilizado como elemento a priori para negar cualquier tipo de relación, o para eludir el debate sobre un proyecto político, o sobre una determinada actuación pública.

Normalmente los destinatarios de tal consideración son grupos o partidos aliados de otro más principal, al que se pretende contaminar con la apelación a la ilegitimidad de su socio. Para una más fácil y eficaz transmisión del juicio de valor se manejan categorías genéricas a las que se atribuye con carácter general un componente negativo; y así, escuchamos a diario hablar de filoetarras, separatistas, comunistas, fascistas, ultraderechistas, etc., sin hacer mención de siglas, porque se entiende más penetrante el calificativo que la identificación. Obviamente, el lenguaje político lo aguanta todo y la costumbre reiterada y extendida termina por normalizar la terminología.

Pero convendrá afinar un poco, por si hubiera algo que distinguir. Hay un viejo debate, que tiene mucho de filosófico, entre lo legítimo y lo legal, que suele concluir reconociendo que, en un contexto político democrático, lo legal es legítimo, pero que la legalidad no agota la legitimidad, porque en ésta entran en juego otros principios. O sea, que la legitimidad política procede de los votos y, siendo legal toda representación obtenida en las urnas, esa legitimidad debiera estar reconocida para la participación y la relación. Luego, cada uno puede apoyarse, aliarse, asociarse, o coaligarse con quien quiera, pueda o considere oportuno. Y otra cosa, muy importante, es que eso sea deseable, aceptable y coherente en todos los casos. Que, obviamente, no lo es.