Algunos hechos son la gota que colma el vaso por la crueldad que entrañan, por su indignidad, por proyectarse como un instrumento de amedrentamiento hacia quienes se sitúan en el extrarradio de los intereses de Israel. El asesinato de siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen (WCK) del chef español José Andrés, dedicada a evitar que el hambre sea utilizada como arma de guerra es un nuevo crimen de lesa humanidad cometido por el ejército israelí, que evidencia su impunidad para vulnerar el derecho internacional humanitario.
La muerte de los siete cooperantes, de distintas nacionalidades es, en efecto, una gota en el río de 33.000 muertos causados por Israel entre la población de la Franja de Gaza tras los atentados de Hamás del pasado 7 de octubre, en el que la desproporción de la respuesta se ha puesto de manifiesto desde el primer momento con la operación de tierra quemada desarrollada por el gobierno de Benjamin Netanyahu, que ha obligado al desplazamiento de centenares de miles de gazatíes hasta quedar encerrados en una ratonera a la espera del asalto final sobre Rafah.
Ante la barbaridad del suceso, Israel se ha comprometido a llevar a cabo una investigación independiente para conocer cómo se ha producido el ataque que a la vista de las fotografías ha sido de los que se denominan "quirúrgicos", el impacto limpio de un misil sobre un vehículo perfectamente identificado con el logotipo de la ONG. El informe se ha encargado al Mecanismo de Investigación y Evaluación de Hechos, la misma organización que investiga "la masacre de la harina" del pasado 29 de febrero que causó 118 muertos cuando los soldados israelíes dispararon sobre una multitud que trataba de acceder a alimentos. Es decir, que llueve sobre mojado, las ONG y todo aquel que trabaja en la ayuda humanitaria son para muchos miembros del gobierno israelí peligrosos, antisionistas que buscan la destrucción de su Estado.
El intento de Israel por lavar su cara permitiendo la llegada de alimentos y ayuda humanitaria por el puerto de ocasión levantado por Estados Unidos, que fue utilizado por la ONG de José Andrés, y su discurso de que colabora con las ONG en este trabajo queda desmentido por los hechos, con la política de la zanahoria y el palo. Las reacciones internacionales a este suceso, incluida la de los países de procedencia de los cooperantes asesinados y del jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, -de viaje por Jordania, Arabia Saudí y Qatar- son coincidentes a la hora de exigir a Israel que cese ya en las "matanzas indiscriminadas", en palabras de José Andrés. Predican en el desierto.
Pero la comunidad internacional sigue sin pasar de las palabras a los hechos a la hora de exigir el alto el fuego a Israel, que permitiría la liberación de los rehenes en manos de Hamás y, más allá, trabajar en el reconocimiento de los dos Estados como solución al conflicto entre israelíes y palestinos. En esta ocasión parece definitivo que España reconocerá al Estado palestino dentro del primer semestre del año, al tiempo que pide a los países árabes que también reconozcan a Israel para favorecer ese proceso. La solución al conflicto no puede estar en estos momentos más lejos y hechos como el asesinato de los siete cooperantes de WCK no dejará de ser para Israel "un serio incidente", aunque quede en el inventario de sus crímenes de guerra.