Ilia Galán

Ilia Galán


Berreando

02/10/2023

¡Deja de berrear ya! Decían a los niños antes cuando se ponían furibundos, pero ya no es fácil que entiendan de dónde procede ese verbo. La mayoría solo ha visto ciervos en las películas de dibujos animados de Disney o bien en algún documental. Lástima, pues parece que siguen disminuyendo. Se han alzado las voces ecologistas pues el momento de la berrea demuestra que cada vez es más breve y tardía.       
En torno a San Miguel y su veranillo llega la berrea, cuando se celebra a los arcángeles, esos seres inmateriales de las más altas esferas, o más bien en esas dimensiones de las que los teólogos nos dan cuenta, y que colaborarían con Dios en la batalla contra el mal que se libra en el mundo contra los que por soberbia se rebelaron frente a la máxima bondad. Si este mundo tiene convulsiones por culpa de espíritus maléficos, además de nuestros malos o torpes, humanos empeños, también los tiene porque a veces intervenimos inadecuadamente en la naturaleza. Si hay pocos machos habrá que controlar algo la caza, también para bien de los cazadores, ya que si no se reproducen suficientemente, todos pierden y al final una especia mengua e incluso casi se pierde. Entre los venados sucede mucho que vallados y carreteras impiden que sus sangres se mezclen y de ahí que a veces los trasladen, una vez capturados, en camiones, para que fecunden otras regiones y haya más variedad en los genes, en la sangre que pronto será derramada, como la del padre de Bambi, si se descuidan.
Conviene tener zonas protegidas para que se libren de la caza y los abusos disparados furtivamente. Son tristes las montañas sin animalitos que, además, limpian de arbustos, pues se comen follaje del bosque y de modo natural quedan menos expuestos a los fuegos. Cabras, corzos, ciervos van devorando hojas que tienen a su alcance y no solo hierbajos... Que los lobos también devoran a los ciervos, sin duda, por eso hay que estar atentos al equilibrio de especies... Pero si el hombre se excede, el animal cede y todos pierden.
La berrea en la montaña palentina mengua y sus berridos, poderosos y temibles, ya no retumban en las serranías como antaño.