Javier Lauzurica, nacido en Yurreta (Durango), fue obispo de Palencia desde 1943 a 1949, estableciendo en 1944 el seminario menor en La Abadía de Lebanza. Lo cuenta en un largo escrito Melquiades Andrés Martín, el que fuera rector de la misma durante diez años, interesándose allí por el significado del vocablo «Pernía», acaso «región fortificada», donde afirma que daba nombre a un amplio territorio que ocupaba gran parte de la actual Montaña Palentina. Se introduce en el vocablo después de acceder a un documento fechado en 938 que se encuentra en el archivo diocesano de Palencia. En el libro Cervera, Polentinos Pernía y Castillería, ya dejo una larga explicación de todo ello, donde se cita la investigación de nuestro ilustre paisano Laureano Pérez Mier, profesor de Derecho Público en la Universidad Pontificia de Salamanca y juez decano de La Rota. Voy a detenerme hoy en ese aspecto de la citada donación, que ya mencioné hace años en estas mismas páginas, invitándoles a conocer toda la historia en el libro publicado por Aruz o en los artículos que fui publicando en Diario Palentino sobre la fundación de La Abadía de Lebanza. El documento, es un detallado estudio toponímico que podría interesar a mucha gente, porque señala allí los senderos de la concesión y cita pueblos, parroquias, montes y valles y, efectivamente, abarca mucho territorio: Desde Villasarracino, en Tierra de Campos, nos lleva a pueblos regados por el Boedo, en la Valdavia, o por el río Carrión en el Valle Estrecho, como Alba, Vidrieros o ambos Cardaños. Incluso se menciona Liébana y el río Deva, citando los pueblos de Cabezón, Lerones y Valdeprado. A Cervera lo cita varias veces y al lugar conocido como Piedras Negras. Habla de Rosga (Ruesga), Flevenia (Lebeña), Villa sarracena por Villasarracino y otros muchos detalles que Melquiades renombra con gusto y sopesa entregar a un filólogo que verifique cuanto allí viene anotado. Idea que se irá soslayando y aportación que recupera Dialnet años más tarde. El conde Alfonso y la condesa Justa, pertenecientes a la nobleza leonesa y personajes sobre los que gira esta historia, con sus hijos y consanguíneos, ceden una parte importante de sus tierras a la Abadía, buscando la misericordia de Dios para sus almas, lo que antes se buscaba con tanto encono y que ha ido desapareciendo en este nuevo siglo. Nos queda, eso sí, un documento lleno de referencias y matices al que uno se acerca con curiosidad para valorar muchos de los topónimos que con pequeñas variaciones han llegado a nuestros días.