Jesús Martín Santoyo

Ensoñaciones de un palentino

Jesús Martín Santoyo


MÚSICOS EN LA CALLE MAYOR

29/09/2024

La calle Mayor de Palencia es la vía «asoportalada» más grande de España. De 900 metros de longitud, 675 están dotados de soportales sostenidos por sólidas columnas, que permiten pasear protegido de la lluvia y el viento,
Quienes habitualmente caminamos por esta arteria central de la ciudad damos fe de la animación del lugar. Cientos de palentinos vienen cada día a comprar, fisgar en los escaparates o, simplemente, dejarse ver y relacionarse de forma más o menos casual con otros convecinos.
Me agrada comprobar la habitual presencia de músicos callejeros bajo los soportales. Ojalá las propinas que reciben sean suficientes para que los artistas sigan animados a ofrecernos sus destrezas musicales. Dada la calidad de sus actuaciones, el Ayuntamiento haría bien en proteger a estos intérpretes como parte del patrimonio de la ciudad. Mejor que mis impuestos vayan destinados a estos juglares contemporáneos que a otras intervenciones de dudosa utilidad pública y de difícil consenso ciudadano.
Un violonchelista ucraniano lleva semanas integrado en el paisaje de la ciudad. La invasión rusa de su país le sorprendió realizando una gira con un cuarteto de cuerda de Kiev por la costa andaluza. Sus compañeros del grupo musical, casados y con cargas familiares, decidieron volver a Ucrania para cuidar de los suyos y defender a su patria.
Arkadi eligió quedarse en España. Soltero, hijo de unos padres divorciados que se odiaban, se acogió a la solidaridad de la Unión Europea y se quedó a vivir en nuestro país. Llegó a Palencia hace varios meses. Probó suerte solicitando una ayuda a cambio de sus improvisados conciertos en el centro de Palencia.
«Me encanta la ciudad. Sobre todo la calle Mayor, con sus soportales, sus edificios modernistas y su aire decimonónico», indica.
Su maestría y su simpatía pronto le granjearon una merecida fama entre los habituales paseantes del centro urbano. La TV local le entrevistó en un programa cultural y el Diario Palentino le premió con un emotivo reportaje. Fue el espaldarazo definitivo. Empezó a ser contratado para amenizar eventos sociales: bodas, comuniones e, incluso, funerales. Arcadi adaptaba su música a las circunstancias. A su popularidad contribuyó que el ucraniano fuera un hombre guapo con una planta deslumbrante.
Recientemente me ha cautivado la presencia de un grupo de cinco personas que interpretan pasajes operísticos. Vienen de Moldavia y tiene pinta de profesores de Conservatorio. Cuatro hombres y una mujer. Dos violines, un contrabajo y un percusionista que además toca un piano vertical. La mujer aporta su poderosa voz de soprano. Los he escuchado algún fragmento muy reconocible de opera y algunas canciones populares del acervo cultural europeo. El público hacía corro y les premiaba con sus propinas. No han permanecido muchos días entre nosotros. Vivir del limosneo cinco personas en una ciudad tan pequeña como Palencia resulta complicado.
Desde hace unos días vengo observando en los soportales cercanos al edificio del Casino a un saxofonista de origen irlandés. Aparenta cuarenta y pocos años. Se acompaña de una caja de ritmos y un saxo. Me encante como suena su música, más cercana al jazz que a otros géneros. 
El solista luce un porte elegante y una mirada triste, como la mayoría de las canciones que nos regala. No parece el típico aficionado que podemos encontrar en el metro de las grandes ciudades. Me imagino en el artista una vida marcada por el desamor. Quiero suponer que vino a nuestro país en busca de alguna novia o amante que primero le hechizó y más tarde le abandonó. Fantaseo con que se resiste a volver a Irlanda y que trata de sobrevivir como músico callejero, mientras espera que su enamorada le acoja de nuevo. Pero son sólo imaginaciones mías. Ensoñaciones producidas por mi espíritu romántico y novelesco.
En los días de celebración del festival de jazz que se organiza en la ciudad, la música de calle ha ganado en presencia y relevancia. He podido disfrutar de bandas con el inconfundible sello Dixieland Jazz de Nueva Orleans actuando en las zonas peatonales. Son grupos profesionales que participan en el festival y que deleitan a los paseantes en un ejercicio de promoción del evento. Un lujo que no nos podemos permitir todos los días en nuestra pequeña capital castellana. 
¡Que no pare la música!