Así no. Así ni se puede ni se debe gobernar. Ni se puede ni se debe consentir que un partido minoritario en el conjunto nacional haga constantes alardes de poder con pretensiones poco o nada aceptables, convirtiendo la legislatura que apenas ha comenzado en una pretendida novela de misterio.
Así ni se puede ni se debe gobernar pero si ocurre, como está ocurriendo, no es por el compromiso de Junts con la democracia española. Ocurre porque el PSOE, con Pedro Sánchez al frente, así lo consiente. Junts juega sus cartas, que en realidad son las cartas que le han dado los socialistas, de manera que algunos deberían modificar su discurso, ese discurso que es crítico con los independentistas catalanes por llevar al Gobierno al límite, al tiempo que asumen de manera acritica la máxima de Sánchez: de la necesidad, virtud.
Y como son necesarios, no para adoptar medidas sociales, sino para no perder el Gobierno, se suda la camiseta (palabras del Presidente) de manera que lo inconstitucional ahora es una decisión virtuosa como es la amnistía y se aborda, nada menos, que la política de inmigración en un papel redactado de aquella manera, según Patxi López. Así, ni se puede ni se debe gobernar.
Pero da igual porque nada va a cambiar. Nunca Junts va a encontrar una situación más favorable, basada en la debilidad del Ejecutivo y en el relativismo que le acompaña, para hacer valer sus pretensiones ni el actual socialismo va a apretar botón rojo alguno para decir que hasta aquí se ha llegado.
Ahora, en el tiempo más inmediato, los socialistas harán todo lo que esté a su alcance para intentar que la opinión pública y publicada pierda de vista esa verdad que es la realidad (también palabras del Presidente) y la realidad no es otra que la ley de amnistía será una realidad en cuestión de meses, que Santos Cerdan se reunirá con Puigdemont fuera de España y que será, al final, el verificador quien dicte sentencia. La realidad, hasta el momento, es que queda en evidencia la debílidad del Ejecutivo, la falta de transparencia en sus negociaciones con sus aliados, especialmente con Junts, y la enorme disciplina interna de un partido que ha dejado de serlo para convertirse en una plataforma de poder de su líder.
Este líder tiene un problema muy serio y es que, según el último CIS de Tezanos, nada menos que el 63% de los encuestados afirman tener poca o ninguna confianza en él. Ha dilapidado el valor de su palabra hasta extremos que no se pueden revestir de simples cambios de opinión. Pese a todo, los miembros del Gobierno sonríen como si fueran felices.