Desde luego, hoy no es día en el que los gallegos se dedicarán a leer los programas electorales para ver si así encuentran la luz que les permita ver cuál es el partido y el candidato que mejor representa sus intereses. Los programas los leen los candidatos, quienes les ayudan en sus campañas, los rivales para tratar de sacarles durante los debates los puntos más polémicos, los periodistas obligados a conocer qué defienden las distintas formaciones para trasladarlos a sus crónicas… y los muy cafeteros: los militantes y votantes que se toman muy en serio su voto y creen que las propuestas de sus partidos merecen ser analizadas.
Los profesionales de la sociología electoral y de las empresas que trabajan en la elaboración de sondeos y encuestas, con el trabajo previo de trasladar las preguntas pertinentes a los ciudadanos y hacer las correcciones pertinentes a sus respuestas, coinciden en algo que suele inquietar a los partidos que participan en elecciones muy ajustadas, como es el caso de las gallegas: los indecisos.
Los indecisos, los que son reales pues como hemos advertido son menos de lo que suele decirse, esperan al último día antes de coger la papeleta. Y en la casi totalidad de los casos, si verdaderamente no sabe si inclinarse por uno de los dos partidos mayoritarios, opta por la del partido al que las encuestas dan ganador. Porque, si efectivamente hay dudas, prefiere apuntarse a las siglas que van a llevarse el triunfo. Aunque también ocurre, pero son menos, que los indecisos se dejan llevar por lo que suele votar su círculo familiar o, sobre todo, de amigos.
En Galicia, este 18-F los dos bloques están muy ajustados, con la diferencia de que mientras la izquierda engloba varios partidos -PSOE, BNG, Sumar y Podemos, entre otros- en el centro derecha los sondeos aseguran que solo el PP lograría escaños, pues Vox se quedaría nuevamente fuera del parlamento gallego. Con una incógnita: el partido del alcalde de Orense, Gonzalo Pérez Jácome, que, en caso de ganar escaño y deshacer el empate si lo hubiera, nadie es capaz de hacer una apuesta sobre si daría su apoyo al PP o al conglomerado BNG-PSdeG.
La campaña ha sido convulsa, tanto que en esta ocasión sí ha tenido efecto. La prueba es que cuando se inició se daba por segura la mayoría absoluta del PP, mientras que ahora la izquierda tiene alguna posibilidad de que Ana Pontón, del BNG, pueda ser presidenta de la Xunta con el apoyo del socialista José Ramón Gómez Besteiro.
Hundir a Feijóo como sea
El PSOE busca, a toda costa y por cualquier medio, que Alfonso Rueda no se mantenga en la Presidencia, porque sabe Génova, sabe Sánchez, que así quedaría afectado el crédito de Alberto Núñez Feijóo, que es lo que les importa.
Hizo un intento inicial de dañar al PP gallego tratando de identificar el vertido de pellets con el Prestige, pero la polémica duró poco: los gallegos, mejor que nadie, saben perfectamente la diferencia entre una contrariedad -que además no era nueva- y una tragedia como fue el Prestige. Sin embargo los socialistas vieron el cielo abierto a sus opciones de formar un Gobierno de izquierdas cuando el presidente popular cometió el gran error estratégico de contar ante un grupo de periodistas lo que había hablado su partido con personas de Junts poco después de las elecciones de julio.
Le faltó tiempo al PSOE para hablar de negociaciones sobre la amnistía y, aunque el líder del PP fue contundente en negarlas, se enredó dialécticamente y dio más pie a abrir un debate en el que los socialistas pretendieron hacerle pasar por mentiroso e hipócrita.
Le salvaron los propios socialistas -siempre bien adiestrados en estrategia electoral- al declarar el ministro de Justicia, Félix Bolaños, que participa en las negociaciones con Junts, que la ley de amnistía se iba a aprobar; luego que si no se aprobaba cabía el indulto, que es prerrogativa del Gobierno -segundo fallo-, con un tercer fallo cometido por el titular de Transportes, Óscar Puente, que, ayer mismo comentaba que la amnistía era buena y que, además, si no hay amnistía habrá indulto y, por tanto, mejor aprobarla cuanto antes para ahorrar dinero, tiempo y trabajo a los jueces.
Galicia se ha convertido las últimas semanas en el ring del combate de boxeo que mantienen los dirigentes nacionales de PSOE y PP, aunque la ley de amnistía y las maniobras para salvar a Puigdemont a cambio de que Junts mantenga a Sánchez toda la legislatura, es ajena a los problemas de los gallegos.
El papel de Zapatero
Esa campaña, sin embargo, ha servido para que todos los españoles hayan advertido cómo Sánchez da absoluta prioridad a las negociaciones con el político fugado y supedita cualquier otra iniciativa a que Puigdemont pueda regresar a España sin pisar la cárcel.
Las negociaciones las han llevado fundamentalmente Puente y Bolaños, con la presencia de la presidenta del grupo socialista del Parlamento Europeo, Iratxe García que, paradójicamente, es una de las eurodiputadas españolas que más luchó para que el PE retirara la inmunidad a Puigdemont. Sin embargo, apenas ha aparecido el que realmente ha sido el interlocutor más importante: José Luis Rodríguez Zapatero.
El expresidente, una vez que dejó La Moncloa se ha dedicado fundamentalmente a hacer contactos con los principales dirigentes latinoamericanos, sobre todo los más radicales. Ha intervenido en las negociaciones de Nicolás Maduro con la oposición y también es uno de los impulsores del Grupo de Puebla, del que forman parte alguno notorios dictadores de centro y Sudamérica. Desde hace un tiempo, se ha convertido también en un hombre indispensable para Sánchez, para el que ha realizado encargos delicados. Entre ellos, la negociaciones con Puigdemont.
La suerte está echada para los gallegos. Mañana por la noche se sabrá, probablemente, el nombre de quien presidirá la Xunta los próximos años, aunque quedará pendiente el voto extranjero que, en otras ocasiones se apuntó un diputado.
En esta campaña se ha notado más que nunca que los dos partidos nacionales mayoritarios han dado una relevancia extrema a esta cita con las urnas y se ha visto con en el desembarco de dirigentes nacionales en Galicia, sobre todo ministros -Génova ha sido más prudente con el número de visitantes-. Asimismo, se han trasladado a las ciudades y pueblos de la región los asuntos más importantes del debate nacional.
La sensación cuando faltan horas para acudir a las urnas, es que todo está todavía abierto, pero el PSOE ha dejado de luchar por Gómez Besteiro. Ha tirado la toalla y se ha volcado en prestar ayuda a la candidata del BNG, Ana Pontón, para intentar que Besteiro sea el vicepresidente de la Xunta con Pontón a la cabeza.
Pero los gallegos son los que tienen la última palabra, y esa última palabra la expresarán el domingo en las urnas. Todo lo demás son intuiciones y pronósticos más o menos optimistas. Sin embargo, la tensión es máxima: Sánchez lo pasará mal si acumula un nuevo fracaso en su haber. No ha ganado ningunas elecciones y Feijóo es consciente de que su liderazgo quedará tocado si su candidato, Alfonso Rueda, su principal colaborador en la Xunta, no consigue revalidar el cargo.
La política es implacable con los que no acumulan medallas y cuadros de honor.