Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


A todo tren 2

15/12/2023

Hay un concepto que la élite política soñadora no ha comprendido y es la economía. Parte del problema es que no entienden la propiedad privada como un derecho. Los activos, no digamos las herencias, son siempre demostraciones de maleducada opulencia y sorprendentemente algunos herederos también lo piensan.

Esta impresión tiene varias causas. La primera y más obvia es que si no tienes nada, nunca piensas que tú tengas algún punto de responsabilidad en ello (las circunstancias, la familia, etc.). La segunda es que la inmensa mayoría de esa gente talentosa solo conoce el sector público, lo cual dificulta percibir el concepto de propiedad; de ahí, que se les escape la noción de nepotismo propio (el ajeno, curiosamente lo entienden muy bien). La tercera causa es que muchos no tienen formación universitaria en Económicas o si la tienen, es probable que con tanta huelga o escrache ese día no fueran a clase. La cuarta y no menos importante, es la indiferencia hacia los costes.

Los soñadores no se limitan a una sigla política, porque el acto es individual y posee una fuerza vital extraordinaria. Basta con escuchar a un miembro del partido conservador británico para quedarse sorprendido ante sus argumentos; en territorios más latinos, la línea es todavía más confusa.

En mi modesta opinión, el problema no es la ignorancia económica; aunque un par de tardes empleadas a ello nunca hizo daño a nadie o leer algún periódico económico de prestigio de vez en cuando. Los deseos son la clave. Vivimos en una época en la que pensamos que nuestros deseos se deben cumplir.

Hay una parte de la sociedad que siempre pensó que los sueños eran proyecciones de lo que nunca íbamos a tener, pero que te generaba satisfacción especular con la posibilidad de alcanzar. Salvo que alguien sea iluso, no se juega a la lotería esperando que te toque (aunque a alguien le pase). El Estado no se construye sobre las necesidades de la gente, sino con los recursos que obtiene. Identificar los deseos en una democracia es fácil porque son crecientes e insaciables por principio. Todos queremos más.

La prosperidad económica no es fruto de la igualitaria distribución de recursos, sino de la creación de riqueza. El capitalismo es un ingrediente necesario, pero requiere ir acompañado de todo un acervo legal, moral y sensible. Estamos destruyendo el soporte que permite la iniciativa individual. Vamos a ser más pobres.