Aunque haya una gran distancia entre el colectivo de mayores y Felipe González, para esta colaboración me permito que sea parte referente. Un expresidente de Gobierno de marcado carisma y al que le sobran razones para dar sopas con honda. Un notable, al que por haber apoyado al expresidente de Aragón que evitó votar sobre la amnistía toda la caballería rusticana se le ha echado encima, recibiendo, tantos apelativos despectivos que ya es mercancía caducada. Es muy triste que al expresidente González, que goza de buenos reflejos y sano juicio, se le cuestione su capacidad de opinión, lo cual hace saltar muchas alarmas. Lo cierto es que algunas actuaciones que atañen al conjunto español, siete votos y sus receptores han gritado, que solo su palabra es la ley. Esto no es un juego limpio. Y, cuando eso y otras gratitudes lo trasladan a las más altas jefaturas políticas donde las preguntas no tienen respuesta, ahí el rifirrafe adquiere tal magnitud que los aires poco aromáticos que los envuelven por el fango que insistentemente mencionan e impregnan la palestra del pueblo español, al final, parece que lleva a disfrute de revolcón… Nunca podrán encontrar un camino que guíe hacia un mejor entendimiento y progreso en beneficio de todos; lo único que habrá por el cariz que toman las formas, es vuelo de trastos, portazos, insultos y muchas mentiras destinadas a los atónitos ciudadanos. Todo se acaba sabiendo. Y no es bueno tratar de imponer resistencia pasiva cuando hay tanto polemista inventor de una dialéctica perversa carente de contenido provechoso para el común de la población. Ese es el quid de la cuestión, ya que para rebatir las críticas eluden responsabilidades e idean una técnica partiendo de las evidencias de los contrarios con un recorrido a seguir que presentan con conclusiones absurdas. Y el jueves llegó el colofón en un claro y audible disparate que nadie merece: ¡A la mierda! ¡Qué pena, señorías! Pero el viernes se superó todo lo superable. Enhorabuena. Hay tanta carga de ideología que nos convertirán en hooligans, donde con tal de que gobiernen los nuestros todo lo demás no importe. ¡Pues hala, a la eme!