El tiempo de reflexión que se ha tomado Pedro Sánchez tiene a medio país en vilo y, además, a distintos niveles: el de gobierno efectivo, el de la propia administración, de imagen exterior, de funcionamiento de los gigantescos engranajes de los ministerios, las secretarías de Estado y las direcciones generales, de los cientos de asesores que se han quedado de brazos cruzados a la espera de noticias que les marquen el camino más aconsejable; y a nivel también de los socios del Ejecutivo, que dicen entender las razones del presidente, pero no van a mantener durante mucho tiempo el apoyo si no les da réditos.
Y tiene muy pendientes a los grupos de la oposición, especialmente al mayoritario, cuyo líder no se cree que el socialista vaya a dimitir, pero que, por si acaso, ya anuncia que se postulará como presidenciable. Vox también lo está y se frota las manos porque se sabe necesario si se da este último supuesto y en caso de que Sánchez siga en el Gobierno, gana argumentos para echarle en cara su cobardía y su abandono de responsabilidades. Por su parte, el candidato del PSC a la presidencia del Govern catalán, Salvador Illa, se ha quedado sin acompañante de peso para los actos electorales más importantes.
También asiste la inmensa mayoría de los españoles a este impasse con expectación, por lo que pueda pasar con la continuidad del Gobierno, por la crisis de poder que puede abrirse si anuncia una dimisión y hay que convocar nuevas elecciones, con lo que ello supone de dilatar en el tiempo numerosas decisiones que influyen en el día a día.
Es como si una especie de abismo se abriera ante muchos, empezando por los miembros socialistas de su gabinete y por los altos cargos del partido. Por eso, todos se han lanzado a arropar a Sánchez, suplicando que no dimita, que no abra la caja de Pandora de un futuro inmediato más que incierto. Por eso se multiplican los mensajes de las secretarías provinciales y de los militantes más significados, por eso se cierran grietas y se ocultan diferencias, por eso se manifestarán hoy para que el presidente del Gobierno y secretario general del partido sienta que se le quiere y, sobre todo, que se le necesita.
Si hasta ahora ha salido airoso de situaciones muy complejas y ha sabido nadar y guardar la ropa, pese a las circunstancias, las presiones y las exigencias cada vez mayores de sus socios independentistas, por qué no habría de sobrevivir a este momento de polarización y radicalización de la política. Más si cabe tras cinco días alejado de los focos mediáticos, tranquilo, reflexionando y viendo cómo le demandan un poco más de ese Manual de Resistencia que tanto domina. El martes ya se verá cómo seguir adelante.