Decepción. No encuentro otra palabra que refleje mejor lo que en estos momentos sienten muchos ciudadanos ante el comportamiento del Rey emérito. Claro que muchos de los que ahora claman en contra de Juan Carlos de Borbón por las "cintas" que han aparecido de sus conversaciones con una actriz, en realidad, sabían o al menos habían oído en el pasado, tanto sobre esa relación como de otras.
De manera que habrá que reconocer que lo que hoy es un escándalo hace años era uno de esos "secretos" a voces a los que no se le daba la merecida importancia. Lo que sucede es que escuchar esas conversaciones chuscas del Rey emérito, provoca sonrojo y lleva a que tantos y tantos ciudadanos se pregunten, nos preguntemos, por la "inconsistencia" y frivolidad de Juan Carlos de Borbón.
¿Cómo es posible que el Jefe del Estado hablara como hablaba con la actriz en cuestión? Y segunda pregunta ¿por qué las famosas cintas salen ahora? ¿A quién beneficia el escándalo? Parece evidente que, además de beneficiar a quien poseía las cintas y las ha vendido, las consecuencias de su publicación tiene beneficiarios políticos.
Estamos hoy, aquí y ahora y lo cierto es que la vida privada de Juan Carlos de Borbón se ha convertido en un escándalo sobre el que no se puede pasar por alto porque, a que negarlo, sin duda perjudica a la institución monárquica. Y es injusto que sea así porque las instituciones deberían estar por encima de los avatares de las personas que la representan.
Nuestra Constitución define a nuestro país como una Monarquía Parlamentaria y en mi opinión, a pesar de las sombras esparcidas por el comportamiento de Juan Carlos de Borbón, fue un acierto la decisión de los constituyentes.
La figura del Rey está, o debe estar, al margen de los vaivenes de la política, porque representa al Estado y no a una parte del país frente a otra parte. De ahí las embestidas de los partidos separatistas y de cierta izquierda radical que abominan de cualquier institución común. Por eso la Monarquía siempre ha estado en su punto de mira y desde luego el comportamiento del rey emérito les viene dando munición sobrada para socavar la institución.
Juan Carlos de Borbón contó durante mucho tiempo con el afecto mayoritario de los ciudadanos y con el silencio condescendiente de los medios de comunicación ante los rumores de su vida privada.
Siempre repito que no se puede juzgar el pasado con los ojos del presente porque sin conocer el contexto en el que se producen los acontecimientos es imposible entender nada. Pero, amén de esta reflexión, lo que importa ahora no es el futuro del emérito, que ya está descontado, sino cómo su pasado puede pesar en el presente del Rey Felipe, el rey prudente.
Es injusto que los hijos tengan que pagar por los errores de los padres y por tanto lo es que, el comportamiento a todas luces condenable de su padre, planee sobre el reinado de Felipe VI.
No puede ser peor la herencia que Juan Carlos de Borbón ha dejado al rey Felipe.
El Rey va a tener que afrontar de nuevo un momento difícil en su ya difícil reinado. No, no es justificable nada de lo que en su día hizo su padre, pero se trata del hoy, aquí y ahora, y hoy, aquí y ahora el rey Felipe VI viene demostrando prudencia y estar a la altura de la institución que representa, de manera que diré que deseo que tenga un largo y sólido reinado pese a la herencia envenenada de su padre que, por lo que le hemos escuchado en esas cintas hechas públicas, no supo estar a la altura de la institución que representaba.