Ramsés II convirtió un imperio en decadencia en unos de los reinos más poderosos de la historia. A partir del próximo 22 de octubre, a las 22,55 horas, Canal HISTORIA estrena en exclusiva Ramsés, el grande, una serie documental sobre una de las figuras más legendarias del Antiguo Egipto. La producción recrea 67 años de reinado en los que, mediante el uso de tecnología avanzada y un acceso exclusivo a los últimos hallazgos arqueológicos, ofrece una nueva perspectiva sobre la vida de este icónico faraón. A través de reconstrucciones de alta calidad y el testimonio de reputados expertos, la serie guía al espectador en un viaje inmersivo que muestra el esplendor del Antiguo Egipto.
A lo largo de seis episodios que tienen una hora de duración, se descubren no solo las grandes conquistas militares de este reconocido faraón, sino también los secretos que han perdurado durante milenios: desde la verdadera magnitud de sus construcciones hasta las mentiras que él mismo fomentó para consolidar su imagen de poder.
El nacimiento de una dinastía
En 1323 a. C., mientras Egipto seguía sumido en el caos a raíz del intento de Akenatón de promover una revolución religiosa, su hijo, el joven rey Tutankamón, murió sin descendencia. De este modo, la XVIII dinastía llegó a su fin en un momento de anarquía y confusión.
Fue en esta coyuntura cuando el general Horemheb, un militar tenaz, intervino para restablecer el orden en el reino. Sin embargo, el general no tenía herederos, por lo que se vio obligado a designar a un sucesor y a adoptar a su mano derecha, Paramesu. Este no solo poseía una experiencia militar notable, sino también un conocimiento profundo de los entresijos administrativos adquirido durante sus años como visir de Horemheb. Y lo que era más importante: el futuro de su descendencia estaba asegurado, ya que tenía un hijo, Seti, que estaba sirviendo en el ejército e, incluso, un nieto recién nacido llamado Ramsés. Con esto, la dinastía ramésida podía por fin comenzar.
Una infancia faraónica
A la muerte de Horemheb, Paramesu subió al trono de Egipto bautizado como Ramsés I. Sin embargo, su reinado fue breve. Apenas 17 meses después de ser coronado, su hijo, Seti, lo sucedió como nuevo faraón, de nombre Seti I. Cuando este accedió al trono, su único hijo, Ramsés, tenía solo ocho años y en él ya convergían todas las miradas.
El joven príncipe representaba el futuro de esta nueva familia real, la cual tenía aún que fortalecer su influencia sobre los diversos clanes del reino. Seti I asumió la responsabilidad de supervisar la educación militar y política de su hijo, enseñarle los entresijos de la diplomacia e incluso seleccionarle futuras candidatas a esposa.
El inicio de un gran reinado
Seti I se encontraba aún en la flor de la vida cuando murió inesperadamente en 1279 a. C. Aunque breve, su reinado de 10 años fue brillante y le permitió al príncipe Ramsés completar una educación óptima de cara a su futuro papel como rey y engendrar muchos hijos para que su legado no se perdiera. La muerte de Seti I marcó el inicio de un reinado histórico: el de Ramsés II. Desde el principio, este impuso un estilo único y perseveró en su deseo de restaurar la grandiosidad de Egipto y de expandir sus territorios. Se erigió en un faraón distinguido por sus proezas como constructor y guerrero.
El faraón estratega
Cuando llevaba solo cinco años de reinado, Ramsés II ya era reconocido como el faraón guerrero más temido y respetado. Así, dirigió personalmente a sus tropas en las batallas para recuperar los reinos de Levante, antaño aliados de Egipto pero que después juraron lealtad a sus enemigos eternos: los hititas.
Sin embargo, cuando se aproximaba a la ciudad de Qadesh (en la actual Siria), Ramsés cayó en una trampa tendida por sus adversarios. Tras conseguir evitar por poco la derrota, decidió inmortalizar este capítulo inaugural de su leyenda en las paredes de los templos más grandiosos del imperio para asegurarse que se conociera en todas partes. Cuando firmó con los hititas el primer tratado de paz auténtico en la historia de la humanidad, pasó de ser un faraón constructor y guerrero a un faraón estratega.
Un reinado sin fin
Ramsés II, aclamado como «grande en victorias», había ascendido al estatus de auténtico dios viviente no solo dentro de sus fronteras sino también más allá. El tratado de paz con los hititas cobró aún más fuerza gracias a un matrimonio diplomático. Al cumplirse el trigésimo aniversario de su reinado, llegaron los primeros jubileos reales, que se celebrarían a partir de entonces cada tres años. Ramsés II se había convertido en el faraón de las hazañas insólitas, sin embargo, en medio de tanta grandiosidad, tuvo poco tiempo para saborear su larga permanencia en el trono: muchos de sus allegados, esposas e hijos, lo abandonaron, incluidos aquellos a quienes había preparado para que lo sucedieran.
El decimotercer hijo
Durante su reinado de 67 años, Ramsés II, faraón entre los más grandes, fortifica sus fronteras, instaura la paz con los reinos vecinos y erige templos incomparables. Bendecido por los dioses, gobierna Egipto durante un periodo tan largo que su pueblo llega a pensar que es inmortal. Sin embargo, aquellos tiempos pasan a formar parte de la Historia: el destino del país dual está ahora en manos de Merenptah, sucesor y decimotercer hijo de Ramsés II. Su empresa no es nada fácil, sobre todo porque las ambiciones de los enemigos de Egipto renacen en ausencia del gran faraón. Merenptah debe esforzarse para que todo lo que ha construido su padre no sea puesto en cuestión, pero la pregunta es: ¿lo conseguirá?