Francisco Muro de Iscar

MUY PERSONAL

Francisco Muro de Iscar

Periodista


¿Quién puede frenar esto?

18/03/2024

La política está a punto de meternos a todos en el desagüe de los deshechos, en las cañerías de las cloacas. Este modo barriobajero, chulesco, soberbio de hacer política -aunque yo sigo creyendo que la política es otra cosa, noble y profunda, al servicio de los intereses de los ciudadanos y no de unos pocos- está conduciendo imparablemente a la desafección ciudadana. Ese miserable y permanente "y tú más" sólo conduce a la degradación y al enfrentamiento, a fomentar el odio al contrario. Y el odio sólo produce más odio.

Las amenazas de Miguel Ángel Rodríguez, jefe de Gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, a eldiario.es son un ataque intolerable al derecho a la información y a la libertad de expresión, principios básicos del Estado democrático y de derecho. Pero no son ni siquiera equiparables a las de un ministro -un ministro- del Gobierno que se ha referido a un ciudadano, pareja actual de Díaz Ayuso, como "testaferro con derecho a roce"; que ha amenazado, de la misma manera que Rodríguez, con mentiras y acusaciones falsas a un programa de televisión que presenta Risto Meijide; que, previamente, lo ha hecho con otros medios como El Mundo, ABC o La Voz de Galicia, con la consejera de Transportes de la Junta de Castilla y León, a la que calificó de "sinvergüenza", con el presidente de esa comunidad y con quien se le ha puesto por delante, en un tren, en la calle o en las redes; y que resume su pensamiento -tampoco hay que exagerar- con "si alguien tiene que aprender de alguien eres tú de mí, no yo de ti". Pero Óscar Puente es sólo una anécdota, un accidente, una pequeña muestra del todo.

Tenemos un fiscal general del Estado que ordena filtrar conversaciones y documentos secretos; una vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, que es una "hooligan" de Pedro Sánchez, que los conoce indebidamente y los hace públicos antes de que nadie los haya publicado; otra vicepresidenta que es incapaz de poner orden en el partido que, presuntamente, dirige; un ministro del Interior, reprobado tres veces en el Parlamento y que ahí sigue, que ha cesado cargos indebidamente, que tiene en contra a la Guardia Civil y a la Policía y que no se atreve a ir al funeral por dos guardias civiles asesinados por los narcotraficantes. Un Gobierno incapaz de sacar los Presupuestos, a pesar de haberse entregado en manos de otros para lograrlo. Un presidente que enfanga todo lo que toca, pero que no se digna dar explicaciones ni por la corrupción en uno de sus Ministerios, ni por los supuestos negocios o contactos nada transparentes de su esposa. Un presidente que engaña a sus socios y permite que le engañen a él. Un presidente que miente a los ciudadanos y a sus propios votantes. Georges Orwell dejó escrito que "el lenguaje político- y con variaciones es cierto para todos los partidos políticos, desde conservadores a anarquistas- está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas y el asesinato respetable".

La situación no es casual sino consecuencia de una manera de hacer política y puede derivar en una quiebra de la legitimidad constitucional de las instituciones. ¿Cuántas mentiras estamos dispuestos a soportar? ¿Cuántos insultos y descalificaciones por parte de quienes nos representan? Los que llegaron al poder haciendo bandera de la lucha contra la corrupción y por la transparencia, nos han mentido, nos han ocultado negociaciones y acuerdos, han pactado con quienes desean separarse de España, han cedido todo lo que dijeron que no se podía ceder y han provocado la degradación de las instituciones. No sólo ellos, pero fundamentalmente ellos. Los periodistas y los medios tenemos una enorme responsabilidad en la denuncia de estos comportamientos políticos, sean del color que sean, pero no sólo nosotros. También los cargos socialistas, Socialista, sus militantes, sus votantes. Hay que forzar un diálogo entre los dos grandes partidos de España para hacer un gobierno para todos los ciudadanos, no para privilegiar a unos pocos. Se tiene que poder.