Ambición excesiva por el poder

María Jesús Álava
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Tener el control sobre todo y sobre todos ha sido a lo largo de la Historia un afrodisiaco para los hombres, que no siempre han entendido que la naturaleza del ser humano es ser falible

Ambición excesiva por el poder

Con frecuencia hemos escuchado que el poder ha sido un gran afrodisiaco para el ser humano y nuestros libros de historia, filosofía, religión o política están llenos de luchas por el poder. Dentro de la psicología hay muchos estudios científicos que relacionan la ambición desmedida al control con ciertos rasgos patológicos que, cuando llegan al extremo, desembocan en una falta de contacto con la realidad, en un aislamiento progresivo y en una obsesión por la autoimagen. Hoy analizamos lo que puede deparar la ambición excesiva por el poder.

¿Existe un perfil de la persona ambiciosa, que tiene obsesión por conseguir determinados fines? 

Sí que hay una serie de características que nos permiten definir el exceso de ambición o de ansias de poder. La primera es, precisamente, esa: el exceso. Pensar que somos excesivamente buenos, excesivamente inteligentes, excesivamente hábiles, excesivamente listos… Tanto que los demás tienen que reconocer nuestra superioridad y aceptar nuestro poder.

Son personas generalmente engreídas, poseídas de sí mismas y de su valía, que piensan que siempre están en posesión de la verdad.

Recordemos que tan negativo e irracional es pensar que siempre estamos en posesión de la verdad como, por el contrario, creer que nunca acertamos. En ambos casos el análisis es erróneo. El ser humano, por su propia esencia, es falible y por ello sería absurdo pensar que siempre acierta, o que siempre se equivoca.

¿Cuál es el problema de la persona que tiene unas ansias de poder o de ambición desmedidas? 

El problema es que se creen fuera de las limitaciones humanas, actúan como si fuera dioses presuntuosos y soberbios que no han aprendido las lecciones más elementales de la vida. La sabiduría universal no existe. Constantemente vemos cómo conceptos y teorías que ayer se aceptaban, hoy se ha demostrado que son erróneos.

Con frecuencia insisto en que la persona que siempre cree estar en posesión de la verdad demuestra una ignorancia suprema, además de una arrogancia intolerable.

¿Podemos diferenciar a las personas que tienen una ambición desmedida o negativa, de las que tienen una sana ambición?

Sí que podemos diferenciarlas. Las personas con una sana ambición por ser cada día mejores, son personas que escuchan, que razonan, que argumentan, que no manipulan ni se aprovechan del esfuerzo o la generosidad de los demás; que intentan ayudar a los que están a su lado, que no se creen por encima del resto… Son personas con mucha fuerza de voluntad, capacidad de sacrificio y superación. Son lo que hoy en día, en el ámbito de la psicología, se conoce como personas asertivas y proactivas; es decir, personas que intentan tener el control de sus vidas, que se adelantan a las dificultades, que utilizan su inteligencia, su imaginación y su creatividad para salvar los problemas; son personas seguras, pero objetivas; decididas, pero respetuosas con los que tienen a su alrededor; convencidas de sus capacidades, pero sin necesidad de imponer sus criterios. Son personas que no se hunden ante la adversidad, pero que tampoco se empeñan en luchas estériles o se quedan en la queja permanente. Son personas que pasan siempre que pueden a la acción, pero lo hacen de forma respetuosa, ordenada e inteligente.

Reflexión final

Con frecuencia he mantenido que estas personas ignoran que el éxito no es sinónimo de valía. A veces es una casualidad y, en su caso, cuando lo alcanzan suele ser una injusticia, porque lo han conseguido a costa de los demás.